jueves, 27 de diciembre de 2012

El largo camino de la identidad

La restitución de Damiana, integrante de la comunidad Aché, 115 años después de su muerte
El largo peregrinaje de quien fuera llamada Damiana por sus captores está llegando a su fin. Finalmente, después de 115 años volverá a estar con su pueblo, los Aché del Paraguay, de donde fue arrancada violentamente a los dos años de edad. Siempre resultó incómodo llamarla Damiana sabiendo que ese no era más que un nombre puesto por los asesinos de su familia. Posteriormente, con motivo de la restitución de sus restos óseos el 10 de junio de 2010, los ancianos Aché le pusieron el nombre que lleva desde entonces: Kryygi. Pero grande fue la tristeza Aché al enterarse de que no regresaba entera, faltaba su cabeza. Ese día los ancianos enterraron a Kryygimai (mai significa difunta) según sus ritos en un lugar secreto de los montes paraguayos.

Desde hace una semana, gracias a una profunda investigación periodística, sabemos con seguridad dónde está su cabeza y estamos convencidos de que los buenos oficios de los gobiernos argentino y alemán, harán posible su restitución. Ya que la niña fue profanada sobre suelo argentino y su cabecita enviada desde aquí a Berlín, esperamos contar con la buena voluntad de ambos gobiernos para reparar en parte las atrocidades cometidas contra esta niña y su pueblo. Por más de cien años, sus restos han estado repartidos entre el Museo de La Plata y los depósitos del Hospital La Charité de Berlín, donde aún está su cabeza.

La terrible historia de la niña Aché empezó el domingo 25 de septiembre de 1896, cuando un colono de Sandoa (Paraguay Oriental) encontró los restos de uno de sus caballos. Como vivía en territorio Aché, malamente llamados “guayaquí” por sus enemigos, que quiere decir algo así como “ratas del monte”, no dudó en acusarlos y juró venganza.
El colono y sus tres hijos fueron a buscarlos. Al tercer día de rastreo, el 27 de septiembre, dieron con un grupo familiar Aché que supuestamente estaba comiendo los restos de un caballo, y con una sola descarga cerrada ultimaron a dos hombres e hirieron a una mujer que luego remataron a machetazos. Algunos pudieron escapar a la impiadosa matanza, pero el cuadro final mostraba tres cuerpos yaciendo en los bosques, y una niña de aproximadamente dos años, sola junto al cadáver de la mujer muerta.

Esta chiquita fue entonces bautizada con el nombre de Damiana ya que era el día de San Damián. Poco tiempo después, el antropólogo holandés Herman Ten Kate y el francés Charles de La Hitte se hacen conducir por los matadores al lugar del crimen y se fotografían con ellos en la choza construida por los Aché. Ambos trabajaban para el Museo de La Plata buscando contacto y evidencia de la existencia de los Aché. Ten Kate, luego de haber plasmado las mensuras pertinentes, perpetuó la imagen de la niña en una placa fotográfica, ya que pertenecía a “una tribu conocida hasta aquella época sólo por el nombre”. Hay que decir que estos dos señores regresaron al Museo de La Plata con el cadáver de la mujer asesinada y los objetos abandonados por los indígenas en su huída.

Los Aché empezaron su reclamo, pero todo continúa aún en el Museo de la Plata a la espera de su restitución.
La niña fue llevada posteriormente, a la casa materna de Alejandro Korn, renombrado médico psiquiatra de la ciudad de La Plata, fundador y director del instituto Melchor Romero, un lugar para enfermos mentales, y amigo del fundador y director del Museo Antropológico de la misma ciudad, Perito Francisco Moreno. Alejandro Korn proveía al museo restos óseos obtenidos en su Instituto.
Damiana aprendió rápidamente castellano y alemán y fue reducida a servidumbre en la misma casa de la madre de Korn. Hasta que, en palabras del antropólogo Robert Adolf Lehman-Nitsche: “En cuanto a su vida, no hay nada especial que mencionar hasta que en la entrada a la pubertad cambió la situación. La libido sexual se manifestó de una manera tan alarmante que toda educación y todo amonestamiento por parte de la familia, resultó ineficaz. Ausentábase la india de la casa con frecuencia, a veces hasta tres días, en compañía de un galán y llegó a envenenar a un perro que cuidaba la habitación, para hacer entrar al hombre. Consideraba los actos sexuales como la cosa más natural del mundo y se entregaba a satisfacer sus deseos con la espontaneidad instintiva de un ser ingenuo. La familia donde vivía ya no pudo aguantar semejantes cosas y envió a la muchacha a Melchor Romero a disposición del doctor Korn quien, provisoriamente, la dejó al cuidado de las enfermeras del establecimiento bajo su dirección, para entregarla oportunamente a una casa de corrección de Buenos Aires. Allí murió de una tisis galopante”.

Damiana no encuadraba dentro de las conductas morales admitidas. Si dentro del instituto Melchor Romero estaba a resguardo del cuerpo de enfermería, ¿cómo es que tanto Korn, como Lehmann-Nitsche, no se dieran cuenta de las ya observadas “manchas simétricas sobre los incisivos superiores, junto al vientre prominente, que indican una diatosis escrufulosa”, por Herman Ten Kate a sus apenas dos añitos? Es más, Damiana es examinada únicamente en su condición de pertenecer a una etnia extraeuropea, fotografiada desnuda a los 14 años, por Lehmann-Nitsche, un hombre que fue conocido por su forma de cantar canciones en doble sentido y por eso llamado “el erotólogo”. Damiana es el ejemplo de una forma usual de apropiación de personas de distintas culturas y etnias en su tiempo. En palabras de Patricia Arenas: “Arrancada de su tierra, familia y tribu, trasladada a una cultura que no le guardaba ni afecto, ni respecto, reducida a servidumbre, desnudada, humillada, cercenada su libido, medida, castigada, corregida, fotografiada, clasificada y muerta, todo ello en el marco ‘civilizatorio’ de la mano de las tan bienintencionadas como positivistas y cristianas familias argentinas”.
Aún no conformes con semejante destino, la cabeza de la indiecita es cercenada (en forma desprolija, señala Lehmann-Nitsche: “En mi ausencia el corte del serrucho llegó demasiado bajo”) y enviada a la capital de Alemania. Ahí se pierde el rastro del cráneo de Damiana.

La historia de Kryygi fue contada por Alicia Dujovne Ortiz, Osvaldo Bayer y, sobre todo, por Patricia Arenas y el colectivo Guías (Grupo Universitario de Investigación en Antropología Social). Los integrantes de este colectivo fueron quienes identificaron en el Museo de Ciencias Naturales de la misma ciudad el esqueleto de la niña en una caja bajo una de las vitrinas de la sala de Antropología Biológica del museo en 2006. Por intermedio de la antropóloga Patricia Arenas se pusieron en contacto con Emiliano Mbejybagi, dirigente de la Federación Nacional Aché de Paraguay, e iniciaron un proceso que duró cuatro años aproximadamente y que culminó con la restitución de sus restos, junto al cráneo de un hombre Aché asesinado en un yerbatal, por parte del Museo de La Plata a sus verdaderos dueños: el pueblo Aché de Paraguay.

Pero hasta ahora faltaba su cabeza momificada, que fue enviada en el año 1908 por el antropólogo Roberto Lehmann-Nitsche –entonces Director de la Sección Antropología del Museo de La Plata– a la Sociedad Antropológica de Berlín, a las manos de Hans Virchow para ser estudiada y formar parte luego de una enorme colección de restos óseos de culturas extraeuropeas, llamada Colección Rudolf Virchow.

Hasta hace pocos días, nadie tenía la certeza de dónde exactamente estaba la cabecita de Kryygi. La Sociedad Antropológica de Berlín había cerrado. Además, se encontraba en la parte oriental de Alemania y sus colecciones fueron guardadas en distintas instituciones, sótanos, etc. También se decía que seguramente se había perdido durante los bombardeos a Berlín en la Segunda Guerra Mundial.

Recién el lunes 7 de marzo de 2011, el parte del Hospital la Charité de Berlín confirmó el encuentro de la cabeza de quien hoy es Kryygi con sus respectivas anotaciones de Hans Virchow y Roberto Lehmann-Nitsche del año 1908. En la investigación periodística, comenzada el año pasado, nos contactamos con casi todas las autoridades antropológicas de Berlín. Recién ahora podemos finalmente empezar con el pedido de su restitución a los Aché. Creo que esto se enmarca además en la campaña que el Gobierno argentino está llevando a cabo por la restitución de identidades sustraídas y la recuperación de la memoria.

El pueblo Aché exige la entrega del cráneo lo antes posible, Kryygi debe descansar finalmente con los suyos, en su tierra y nosotros vamos a hacer todo lo que hace falta para poder lograr este cometido. Porque como dijo Kregi, un emocionado joven Aché, el día de la restitución en Paraguay: “Nadie va a reparar ese dolor que está en nuestros corazones por las matanzas, los asesinatos, por la dictadura que ha atropellado nuestro pueblo a patadas, todo eso está en nuestros corazones y nuestra mente y hoy recordamos a Kryygimaí, Damiana, una joven del pueblo Aché que murió hace 114 años y que por fin llegó otra vez a su pueblo.”.

Fuente:
http://sur.infonews.com/notas/el-largo-camino-de-la-identidad