martes, 25 de febrero de 2014

PATRIA GRANDE Contra las tramoyas de la derecha: apoyar a Dilma

AddThis Social Bookmark Button
Artículo del teólogo, filósofo, escritor y ecologista brasileño Leonardo Boff. “No podemos ingenuamente permitir que las transformaciones político-sociales logradas en los últimos 10 años sean desmoralizadas y desmontadas por parte de las elites conservadoras”.
http://portaldelsur.info/wp-content/uploads/2013/04/dilma-y-cfk.jpg
Por Leonardo Boff
Traducción Santiago Gómez
Es notorio que la derecha brasilera, especialmente aquella articulación de fuerzas que siempre ocupó el poder del Estado y lo trató como propiedad privada (patrimonialismo), apoyada por los medios privados y familiares (N.E: O Globo es una empresa familiar), se están aprovechando de las manifestaciones masivas en las calles para manipular esa energía a su favor. La estrategia es hacer sangrar más y más a la Presidenta Dilma y desmoralizar al PT y así crear una atmósfera que les permita volver al lugar que por vía democrática perdieron.
Se por un lado, no nos podemos privar de criticar al gobierno del PT (volveremos sobre el tema), pero críticas constructivas, por otro, no podemos ingenuamente permitir que las transformaciones político-sociales logradas en los últimos 10 años sean desmoralizadas y, si pudiesen, desmontadas por parte de las elites conservadoras. Estas buscan ganar el imaginario de los manifestantes para su causa que es enemiga de una democracia participativa de matiz popular.
Sería una gran irresponsabilidad y una vergonzosa traición de nuestra parte, entregar a la vieja y podrida clase política aquello que por decenas de años hemos construido, con tantas oposiciones: un nuevo sujeto histórico, el PT y partidos populares, con la inserción en la sociedad de millones de brasileros.  Esta clase se muestra ahora feliz con la posibilidad de actuar sin máscara y mostrando sus intenciones antes ocultas: finalmente, piensa, tenemos chances de volver y colocar a todo ese pueblo que reclama reformas, en el lugar que siempre le correspondió históricamente: en la periferia, en la ignorancia y el silenciamiento. Ahí no incomoda ni crea caos en el orden que por siglos construimos pero que, si prestamos atención, es orden en el desorden ético-social.
Esta pretensión se liga a algo anterior y que hace historia. Es sabido que con la victoria del capitalismo sobre el socialismo estatal de Europa del  Este en 1989, el Presidente Reagan e la primera ministra Tatcher, inauguraron una campaña mundial de desmoralización del Estado, tildado de ineficiente y a la política como obstáculo a los negocios de las grandes corporaciones globalizadas y a la lógica de acumulación capitalista. Con eso se buscaba llegar a un Estado mínimo, debilitar la sociedad civil y abrir un amplio espacio a las privatizaciones y al dominio del mercado, hasta conseguir el pasaje de una sociedad con mercado, a una sociedad de puro mercado en la cual todo, pero todo mismo, de la religión al sexo, fuese una mercancía. Y lo consiguieron. Brasil, bajo la hegemonía del PSDB (N.E: Fernando Henrique Cardozo) se alineo a lo que se consideraba el marco más modero y eficaz de la política mundial.
Protagonizó una vasta privatización de los bienes públicos que fueron perjudiciales al interés general. Que eso fue una desgracia mundial se comprueba por el brecha abismal que se estableció entre los pocos que dominan los capitales y las finanzas y las grandes mayorías de la humanidad. Se sacrifica un pueblo entero como Grecia, sin ninguna consideración, en el altar del mercado y la voracidad de los bancos. Lo mismo podrá acontecer con Portugal, con España e Italia.
La crisis económico-financiera de 2008, instaurada en el corazón de los países centrales que inventaron esta perversidad social, fue consecuencia de este tipo de opción política. Fueron los Estados que tanto combatieron los que los salvaron de la completa falencia, producida por sus medidas montadas sobre la mentira y la ganancia (greed is good), como no se cansa de acusar el premio Nobel de economía Paul Krugman. Para él, estos corifeos de las financias especulativas deberían estar todos presos por delincuentes. Pero continúan ahí felices y riendo.
Entonces, si debemos criticar a nuestra clase política por ser corrupta y al Estado por ser aún, en gran parte, rehén de la macroeconomía neoliberal, debemos hacerlo con criterio y sentido de la dimensión. Caso contrario, llevamos agua al molino de la derecha. Esta se aprovecha de esta crítica, no para mejorar la sociedad en beneficio del pueblo que grita en la calle, sino para rescatar su antiguo poder político, especialmente aquel ligado al poder de Estado a partir del cual garantizaba su fácil enriquecimiento. Especialmente los medios privados y familiares, cuyos nombres precisan ser citados, está empeñada fervorosamente en esta cruzada de vuelta al viejo statu quo.
Por eso, las demostraciones deben continuar en la calle contra las tramoyas de la derecha. Precisan estar atentas a esta infiltración que busca cambiar el rumbo de las manifestaciones. Ellas invocan a la seguridad pública y al orden a ser establecido. Quien sabe, hasta sueñan con la vuelta del brazo armado para limpiar las calles.
De ahí, repetimos, cabe reforzar el gobierno de Dilma, reclamarle, si, reformas políticas profundas, evitar la histórica conciliación entre las fuerzas en tensión y la oposición, para juntas nuevamente vaciar el clamor de las calles y mantener un status quo que prolonga beneficios compartidos.
Inteligentemente sugirió el analista político Jeferson Miolo en Carta Maior (07/07/2013): “Hay una grave urgencia política en el aire. La disputa real que se trava en este momento es por el destino de la séptima economía mundial y por el direccionamiento de sus fantásticas riquezas para la orgía financiera neoliberal. Los actores de la derecha están bien posicionados institucionalmente y políticamente... La posibilidad de reversión de las tendencias está en las calles, se sabemos canalizar su enorme energía mobilizadora. ¿Por qué no instalar en todas las ciudades del país clases públicas, espacios de deliberación pública y de participación directa para construir con el pueblo propuestas sobre la realidad nacional, el plebiscito, el sistema político, el gravamen de las grandes fortunas y el capital, la progresividad tributaria, la pluralidad de los medios de comunicación, aborto, casamiento homoafectivo, sustentabilidad social, ambiental y cultural, reforma urbana, reforma republicana del Estado y tantas otras demandas históricas del pueblo brasilero, para así apoyar e influir en las políticas del gobierno de Dilma?”.
De esta forma se enfrentarán las articulaciones de la derecha y se podrá con más fuerza reclamar reformas políticas de base que no van en la dirección de atender a la infraestructura reclamada por el pueblo en las calles: mejor educación, mejores hospitales públicos, mejor transporte colectivo y menos violencia en la ciudad y el campo.
Fuente: Carta Maior

No hay comentarios:

Publicar un comentario