jueves, 13 de junio de 2013

08 Jun 2013 08:29 pm | Sudaka

¿Estamos cambiando nuestro ADN?

Soy
de una generación que creció con la idea de una Deuda Externa-eterna. Donde cada niño al nacer, tenía incorporado a su ADN ciudadano, u$s 5.405 de deuda. Un ADN que, ante la imposibilidad de poder pagar siquiera los intereses de esa deuda extorsiva, nos convertía en ciudadanos de segunda para este mundo. Pero como estaba en nuestro ADN, lo aceptábamos. 


Soy
de la generación que llevaba en la dermis la angustia de sabernos jubilados en algunos años. Llegar a viejo era, más allá de $450, perder expectativas de vida, por eso cargamos, mucho tiempo antes de lo previsto, con las arrugas que surcaban invisible. Pero como estaba en nuestra piel, lo aceptamos.Soy de la generación que aceptó como normales y establecidas palabras como: “Los argentinos somos, Derechos y Humanos”, o “Algo habrán hecho”, o “Nada que sea del estado, quedará en manos del Estado” y tantas otras. Y así nos fuimos volviendo sordos, solo sensibles a palabras ajenas. Pero como era una sordera inalterable de nuestros oídos, la aceptamos. 

Soy
de la generación que perdió la memoria. Con una incapacidad de pedir justicia, porque nos habían vedado los hechos. La generación que aceptó resignada un punto final a la búsqueda de verdad. Verdad que con el correr nos cambiaron por mentiras, que aceptamos “obedeciendo debidamente”. Y así nos volvimos ciegos, incapaces de mirar hacia atrás. Pero como era una ceguera imperturbable en nuestros ojos, la aceptamos. 

Soy
de la generación que durmieron, porque dormir era mejor que estar despiertos. Porque despiertos podíamos pensar. Porque pensar, acumulaba ideas, y estructurar esas ideas, promovía una ideología. Y eso estaba mal. Por eso asistimos al “fin de las ideologías”, porque también vimos como algunas fueron muy fáciles de comprar. Desestimamos la posibilidad de sentir latir más fuerte el corazón al flamear de una bandera, tuviera el color que tuviera. Eso estaba mal. Por eso nuestros corazones latían siempre regular, sin alteraciones, por falta de motivación. Esos corazones sin vitalidad, debilitaron nuestra sangre. Pero era nuestra sangre, y aunque débil, la aceptamos. 

Soy
de una generación que solo caminaba en círculo. Pero aunque supiera que el círculo era inestable, repetía el camino una y otra vez. A los efectos de sostener un sistema que solo generaba Efectos de más inestabilidad. Por ello nos acostumbramos a los “Efecto Tequila”; “Efecto Arroz”, “Efecto Carioca”. Donde el “Riesgo” que corría el País, era el beneficio de muy pocos. Hasta que nos acostumbramos a esa inestabilidad, y dejamos de caminar. Pero eran nuestras piernas, y aunque inertes, las aceptamos.

Y
como era de esperar, en diciembre de 2001, después de un largo estado de vegetación ciudadana… morimos. Morimos porque en nuestro patrón genético estaba predefinido. Nos habían destinado la muerte.

Pero
la resurrección, la de los Pueblos, existe. Hoy un niño no nace debiendo miles de dólares. Nace con una Asignación Universal por Hijo bajo el brazo. Hoy un niño no nace con culpa, nace con una asistencia que le correspondió al Estado desde hace mucho tiempo. Hoy el horizonte de un jubilado, no se agota en $450, sino que se extiende en una ley (hasta no hace mucho, increíblemente inexistente), que los ampara con un incremento semestral. Hoy, no solo perdimos la sordera, sino que aprendimos a escuchar nuestros corazones. Ahí se oyen palabras como, justicia, verdad, memoria. Y aprendimos otras nuevas como “genocidio”, la cual nos encamina hacia el castigo a los culpables. Hoy volvimos a caminar, porque tenemos un camino, cada vez más estable. Hoy las crisis las vemos por televisión. También perdimos la ceguera, que nos impidió ver el pasado. Y ver algo es el instante previo a descubrirlo. Descubrir algo nos prepara para el análisis, y el análisis nos da aún una mejor visión. Hoy la sangre, como buenos latinos, nos corre más caliente. Porque nos estimulan las ideas, el debate, la discusión, la pelea y porque no, la Lucha. Hoy las banderas, sean del color que sean, las mueve un motor, llamado “corazón político”.

Julieta Monteys // Militante de La Néstor VIVE

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