miércoles, 29 de enero de 2014

Defensa del kirchnerismo autocrítico

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Todos sabemos que las críticas en momentos inoportunos pueden ser útiles a quienes intentan desestabilizar. Sin embargo, es un deber de todos los militantes sostener el ejercicio crítico de nuestra realidad, plantear los problemas que se avecinan e intentar proponer algunas soluciones.
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Por Juan Ciucci
El peronismo es un movimiento pluriclasista de liberación nacional, y como tal, expresa en su interior los conflictos que la sociedad argentina arrastra desde su independencia. Allí encuentra su potencialidad, pero también sus límites. Los modos de expresarlos son divergentes, y muchas veces se cae en esquematismos para nombrar las distintas fuerzas en pugna. En lo fundamental, es el sempiterno enfrentamiento entre el capital y el trabajo, con triunfos y derrotas de ambos bandos, aunque por lo general el capital salga siempre mejor parado.
Ese espacio de disputa y discusión, fue desde siempre presentado por sus opositores como un ámbito monolítico (en sus intentos por ligarlo a tradiciones fascistas) o como una permanente guerra fraticida. Claro está, estas caracterizaciones cambian de acuerdo a los intereses de los poderes económicos y de las estrategias que buscan llevar adelante.
Es por esto que cuando se refieren al kirchnerismo y sus militantes, pueden elegir hablar de los “aplaudidores” o de quienes sufren “peleas internas”, siempre al borde de la fractura. Un discurso ambivalente que sólo pueden comprar aquellos convencidos y con fuertes intereses o valores antipopulares.
Lo que nos debe interesar discutir es si esos límites que los poderosos nos imponen, deben refrenar el intento crítico en pos de lograr mejorar la realidad del Pueblo argentino. Todos sabemos que no hace falta flagelarnos en público, y que muchas veces las críticas en momentos inoportunos pueden ser útiles a quienes intentan desestabilizar a los gobiernos populares. Sin embargo, es un deber de todos los militantes sostener el ejercicio crítico de nuestra realidad, plantear los problemas que se avecinan e intentar proponer algunas soluciones. La discusión de fondo tiene que pasar por cómo las fuerzas del campo popular encuentran los espacios para hacer visible una agenda de problemáticas pendientes.
Las discusiones que llevemos adelante pueden ayudar a empoderarnos de nuestros derechos, y comprender que somos todos responsables por lograr que no vuelvan a devastar lo construido en estos diez años. Los voceros del poder siempre reclaman por sus intereses y cuentan con los medios necesarios para imponer su agenda. Como militantes debemos hacer escuchar la voz de los desposeídos, para que la puja social sea visible a todos. Y para que el gobierno popular cuente con las voces y los cuerpos que puedan sostener las medidas que permitan una mayor redistribución de la riqueza.

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